Ascetismo y Comunidad: La importanicia del desapego

El ascetismo, un término derivado del griego que se refería al ejercicio o formación con el propósito de alcanzar una meta específica (Atkinson y Field, 2004), se entiende como la práctica de la abstinencia para lograr un nivel más elevado de cristianismo. Si bien el Nuevo Testamento enfatiza desechar los afanes por las cosas terrenales y perseguir las celestiales, esta práctica también se menciona en el Antiguo Testamento. Sin embargo, la depravación humana puede llevar a extremos no saludables, por lo que es necesaria la intervención divina para mantener el enfoque correcto.

Conocer mejor a Dios nos ayuda a entender Su creación y el orden en esta. El libro de Génesis relata el orden de la creación, donde Dios crea todos los elementos del mundo y, por último, al ser humano a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27), poniéndolo como administrador de Su creación (v.28). Dios proveyó lo necesario para el sustento del ser humano y de toda Su creación (v. 29-31). No obstante, la tentación produjo insatisfacción en el ser humano, incurriendo en pecado (Génesis 3). Parte de nuestra herencia del pecado es la insatisfacción, manifestada en ejemplos como el asesinato de Caín (4:8), la poligamia de Lamec (v.19) y el aumento de la maldad (6:5).

En el Antiguo Testamento, los recabitas honraban el mandato de su padre, Recab, absteniéndose de vino, no edificando casas ni reteniendo posesiones (Jeremías 35), reflejando el quinto mandamiento (Éxodo 20:12). El profeta Daniel se abstuvo de la comida y bebida del rey de Babilonia para no contaminarse, agradando así a Dios (Daniel 1:8-9). En el Nuevo Testamento, se nos instruye a despojarnos de los placeres terrenales momentáneos para construir verdaderos tesoros eternos (Mateo 6:19-24), entendidos como el agradar a Dios mediante la obediencia a Sus mandamientos (Juan 14:15).

El verdadero tesoro consiste en relacionarnos correctamente con Dios y con nuestro prójimo (Mateo 22:37-39), priorizando la armonía sobre lo material y la autosatisfacción (Hechos 2:43-47). Si bien lo material es útil, debe ser una herramienta para obedecer el mandato divino. La parábola del mayordomo infiel (Lucas 16:1-13) ilustra la importancia de compartir para hacer amigos y no quedar en bancarrota. Aunque la motivación no debe ser la cosecha, es alentador saber que no seremos abandonados en la necesidad (Filipenses 4:17).

Es necesario cuidar el corazón para no desviarse del propósito divino. Aquellos transformados por el amor de Dios se convierten en dadores generosos (Boa, 2006), atrayendo a otros. La vida de San Antonio, que se negó placeres básicos para buscar el alimento espiritual, es un ejemplo de esta transformación. Aunque deseaba alejarse de las personas, la gente siempre lo buscaba y encontraba, mostrando la necesidad de mantener el enfoque y ser dadores de gloria a Dios y servicio al prójimo.

Reflexionemos sobre cómo podemos aplicar estos principios en nuestra vida diaria. ¿De qué maneras podemos abstenernos de placeres terrenales para acercarnos más a Dios y servir mejor a nuestra comunidad? Recordemos que el verdadero tesoro está en nuestras relaciones con Dios y con los demás, y esforcémonos por ser dadores generosos en todos los aspectos de nuestra vida.

 

Referencias

 

Atkinson, D.J., Field, D.H. (2004). Diccionario: Ética Cristiana y teología pastoral. CLIE

Biblia Reina-Valera 1960. (1988). Sociedades Bíblicas Unidas. (Obra original publicada en 1960).  

Boa, Kenneth D. (2006). Conformados a su imagen: Un acercamiento bíblico y práctico para la formación espiritual. Editorial Vida.

Calvino, Juan. (1999). Institución de la religión cristiana.

Los monjes de la Isla Liquiña. (1974, septiembre). Vida de San Antonio. FELiRe.


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